martes, 8 de noviembre de 2011

LA NUEVA ORTOGRAFÍA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (II)


Adeudaba la segunda parte de los cambios introducidos en la ortografía de la lengua española. Menciono los más significativos. Esos mismos y otros pueden consultarse en el portal de la Real Academia Española: http://www.rae.es/ Un ejemplo de la pulcra incorporación de las disposiciones son el periódico y la agencia de prensa de Unimedios, el sistema de comunicación de la Universidad Nacional de Colombia, seguramente como resultado del celo profesional de periodistas y correctores de estilo. En algunos diarios nacionales aún se encuentran titulares como “El ex jugador visitó la cancha”, “La Ministra Campo respondió cuestionamientos” o “No hubo quórum en la plenaria” lo que, habida cuenta de la parcialidad informativa de algunos medios, es lo de menos.

Desaparece la tilde de algunas palabras. Desde ahora palabras como guion, truhan, Sion o frio carecen de la susodicha rayita. En cada una de ellas hay un diptongo, esto es, la existencia de dos vocales en una misma sílaba; como podrán notar son monosílabos y por tanto no se tildan. Bueno, dirán ustedes, ¿y cómo es que sí la tienen algunas veces palabras como dé (de dar), té (bebida) o sé (de saber o ser)? Esas tildes, que constituyen una excepción, son diacríticas, y se utilizan para evitar confusiones entre los términos mencionados y otros en los que cumplen el papel de preposición, la primera, y pronombres la segunda y tercera. Dos ejemplos de ello son: ¿te sirvo el té? y solo sé que se lo advirtieron.

En el pasado, la tilde se justificaba en esas palabras porque algunos hispanohablantes las pronunciaban como bisílabas, es decir, como si en vez de diptongos tuvieran hiatos (vocales contiguas que pertenecen a distintas sílabas). A las palabras mencionadas se le suman algunas del llamado voseo: fia, fias, cria, crias, lia, lias, guia, guia, entre otras, que corresponden a una manera de hablar típica de los españoles. Así, un hidalgo menesteroso le dice al tendero: ¿qué tal si me fiais la leche para el crio? o Penélope Cruz nos pregunta (en nuestros sueños, claro): guapo, ¿qué tal si vos me guiais a un bar?

En todo caso, a los estudiantes colombianos les quedará más fácil -ya que una sílaba se pronuncia en un solo golpe de voz- acusar a la ministra de Educación de truhana y al presidente de truhan.

Cambios en algunas palabras de la letra q por la c. La letra q solo existe en español cuando está acompañada de la combinación ui como en quizás o de la ue como en queso. A partir del año pasado, palabras ya castellanizadas como quark, quasar o quórum deben escribirse cuark, cuasar y cuórum. Por las mismas razones la Real Academia Española recomienda que nombres provenientes de otras lenguas como Iraq o Qatar sean transcritos como Irak y Catar.

El tratamiento de extranjerismos y latinismos. Recuerdo que a un par de generaciones caldenses de intelectuales, literatos, tomadores de tinto y habladores de mierda, se les llamó “greconquimbayas” o “grecocaldenses”. Estos eran unos hombres clásicos capaces de hacer mixturas floridas de expresiones griegas, latinas y una herencia mestiza que, por fortuna, ninguna pluma europea pudo eliminar. De ahí los versos llenos de latinajos y el tono cuasierudito de sus textos. Leyéndolos aprendí una cierta cantidad de palabrejas que, posudo como todos los adolescentes, utilicé en esos tiempos.

Ahora y excusándome de la digresión, la RAE distingue entre las expresiones y palabras latinas que están ya adaptadas el español y las que no lo están. Las primeras tienen un uso frecuente como déficit, hábitat o ultimátum y a diferencia de sus originales latinas tienen tilde (el latín carecía de ellas).Estas se dejan tal y como están. Aquellas que no se han adaptado o que quien escribe desea conservar en su forma original, deben escribirse con letra cursiva, con lo cual se denota que son palabras de otra lengua como delirium tremens (lo que le da a los borrachitos), currículum vitae o vox populi. Lo mismo sucede con femme fatale (las que parece son irresistibles), weekend o ballet.

Todos los cargos y tratamientoz se escriben con minúscula. Cargos tales como ministro, presidente, rector, obispo, decano, vicerrector, magistrado o juez ya no se escriben con mayúscula inicial. Así, diremos “el rector Wasserman”, “el presidente Santos” o “el obispo xxx” (no sé el nombre de ninguno, ya no voy a misa...) De la lambonería burocrática desaparece también la mayúscula de expresiones como señor, don, sor, ilustrísimo, excelentísimos, honorables (¿Quiénes? ¿Los congresistas?)

lunes, 17 de octubre de 2011

SOBRE LOS MAMERTOS Y EL ORIGEN DE LA PALABRA


La palabra mamerto es curiosa. Pocos conocen su significado y la mayoría la usa con excesiva liberalidad; generalmente de forma despectiva. Con un “Oiga, usted si es muy mamerto” me han increpado algunas veces.

La palabra no es exclusiva de los colombianos, existe en otros países de América Latina con acepciones como lerdo, sagaz o cínico. Lo que en nuestra forma de hablar equivaldría a bobo, “vivo” o “conchudo”. Ninguna de ellas es acorde con nuestras definiciones que son mucho más diversas.

Enunciaré los cuatro sentidos en los que se usa el término. El último de ellos es el original y tal vez, por eso, el correcto.

-Un texto largo y dificultoso es muy mamerto. Así lo dicen algunos que pocas veces o casi nunca leen por placer y que se marean cuando están obligados a consumir dos páginas distintas a las de las secciones deportivas de los periódicos y las revistas.

- Mamerto es todo aquel que gusta de llevar “la contraria”, que “desarma un balín”, como diría mi abuela; que encuentra “peros” en todo.

- Mamertos para la mayoría son aquellos que o bien militan en algún grupo de izquierda o bien se portan de la forma como la mayoría consideran que proceden los "izquierdosos". Estos son los que condenan el TLC, el abultado presupuesto para la guerra, la justicia penal militar, los organismos internacionales de crédito, el capital financiero o la privatización. No importa si estos llamados mamertos ya no desayunan con los acordes de “La Internacional” que salen de una grabadora vieja (“…arriba los pobres del mundo…”) o si ya no se ponen trémulos cuando escuchan Trova Cubana.

- La acepción original de mamerto está vinculada con uno de los partidos colombianos, el Partido Comunista (PCC), tradicional por sus ocho décadas de existencia. La historia es simpática. Cuando alboreaban los años 60 comenzaron a surgir organizaciones de izquierda inspiradas en el ejemplo de la Revolución Cubana. Las agremiaciones sindicales, campesinas y el movimiento estudiantil eran hasta entonces instrumentos de los partidos liberal y conservador y de la llamada democracia cristiana. A nuestra imaginación le resulta difícil concebir a un dirigente obrero que disfrutara de las peroratas de alguien del oscuro talante de Laureano Gómez pero sorprendámonos,  así sucedía. Pues bien, estos partidos fueron progresiva y paulatinamente desplazados. Los trapos rojiazules y las camándulas fueron reemplazados por la hoz y el martillo, las encíclicas papales fueron desalojadas de los morrales por los libros de Marx y Althuser.

Dentro de estos movimientos, y entre ellos, había serias divergencias sobre el estado en  que, de acuerdo con la tradición marxista, estaba el país. La diferencia más seria tenía que ver con el carácter de la lucha política. Algunos consideraban que la Revolución era inminente y que en menos de una década un ciclón iba a derruir el apolillado capitalismo colombiano.

En esos años, coincidencialmente, una buena parte de los dirigentes del Partido tenían nombres como Gilberto, Filiberto o Alberto. El primero, Gilberto Vieira, fue su conspicuo Secretario General durante muchas décadas; un fósil erudito y conocedor, como pocos, de las luchas sociales. En el habla cotidiana de los colombianos quien se retracta, se arrepiente o procede con mesura es considerado “mamón” Quien se “mama” simplemente desiste y como bien se dice “para ese no hay ley”. En medio del sectarismo ideológico, algunas organizaciones de izquierda, en disputa permanente por nuevos feligreses, consideraban que el PCC era timorato porque rechazaba lo que este juzgaba aventurerismos prematuros. De la mezcla de esos nombres y del colombianísimo término “mamarse” surge la palabra mamerto. En la jerga de la izquierda colombiana “mamertiarse” puede ser o bien abandonar y posponer cualquier lucha (cualesquiera sean las razones), o bien adoptar posturas que se juzgan propias del PCC.

Una nota adicional: en los años 60 había en la radio nacional un programa de humor muy escuchado: "Los Chaparrines". Uno de los protagonistas, Mamerto, era torpe, ingenuo y muy cómico. Como entenderán, esta figura les cayó de perlas a quienes eran detractores del PCC o simplemente querían tomarle del pelo.

Tengo muchos amigos mamertos y debo confesar que, aunque en ocasiones sus cantilenas me aburren, admiro  su compromiso y convicción. ¿No es así, camaradas?

viernes, 7 de octubre de 2011

ERRORES GRAMATICALES DE LOS ACADÉMICOS


Academicus errare humanun est. Los académicos son una raza extraña pero necesaria. El compromiso que les exige sus disciplinas puede volverlos taciturnos y huraños, y con lamentable frecuencia, puede ponerlos en disputa con el correcto uso del castellano. Esto último sucede con más facilidad en una sociedad de la información en la que todos días mutan teorías, conceptos y desarrollos tecnológicos. Como en el universo macondiano, a veces el mundo es tan nuevo que para nombrar un objeto solo es posible utilizar un dedo extendido y decir “eso”. Los siguientes son errores frecuentes de profesores y académicos. Mis amigos me ayudarán a extender la lista de perlas.

Pánel: Esta es una actividad muy frecuente en nuestras universidades, en algún momento, tal vez incluso mientras garrapateo estas líneas, algún profesor está pensando en los rozagantes invitados para un panel. Solo que la palabra lleva el acento en la última sílaba y es por tanto aguda, como lo son trabajar, plural y pared; no se tilda porque no terminan en vocal, n o s. Pronunciarla como si el acento estuviera en la primera sílaba es un error muy frecuente. Su plural, en concordancia con lo anotado, es paneles y no páneles.

Recepcionar: Simple y llanamente horrible. Esa palabreja no existe en español y lo que se pretende señalar con semejante estropicio ya está incluido en recibir.

Accesar: Muy frecuente en el mundo de la computación. Es posible que a muchos técnicos les resulte muy elegante pero es una deformación gratuita de verbo acceder. En algunos casos basta con ingresar.

Tic,s – TICs: Esta es la sigla de Tecnologías de la Información y la Comunicación. La sigla no requiere la s ya que expresa siempre un plural. Si no fuera así habría que duplicar sus letras tal y como sucede con RR. HH. (Recursos Humanos) o FF. AA. (Fuerzas Armadas). La sigla, tal y como lo manda la santa madre Real Academia Española debe escribirse con mayúsculas. El resultado final es sencillo y sonoro: las TIC…

A futuro: Esta expresión contiene un mal uso de la preposición a. Debe decirse en el futuro.

Al interior – al exterior: El mismo error de la palabra anterior. En vez de “al interior de las universidad hay fuerzas oscuras”, como pregonan en el Ministerio de Educación, debe decirse “en el interior de…”

Escenario: La palabra está bien escrita pero se suele pronunciar equívocamente como “exenario”, con lo cual en vez de una sc se pronuncia una ks. De paso mencionemos que quienes tienen problemas con la pronunciación de la x, dicen, “tadsi”, “adsioma” o “esperimento”. Debo confesar que algunos de los dirigentes estudiantiles de otra época, cuando nos poníamos “finos” y fungíamos como analistas políticos decíamos, muy orondos, cosas como “el exenario político nos permite concluir que…”

A grosso modo: Bueno, aquí también sobra la a. La expresión latina significa aproximadamente, a grandes rasgos. Debe decirse “el poder ejecutivo, grosso modo, quiere maniatar las altas cortes” y no, haciendo la equivalencia del latinajo “…ejecutivo, a, aproximadamente, quiere…”

De acuerdo a - en base a: ¡Cómo nos encantan las a! Una secuencia de ellas sale disparada cuando los médicos nos hacen abrir la boca tanto como para recibir maná del cielo; y son las primeras que escribíamos cuando jugábamos “ahorcado” (¿si recuerdan?). Las expresiones correctas son: de acuerdo con y con base en. Así, en vez de ponernos pedagógicos diciendo algo como “de acuerdo a las investigaciones antes mencionadas”, debemos expresar “de acuerdo con las…"

A nivel de. A los amantes de los placeres de la mesa nos dicen que en la ingesta es bueno ir despacio para dejarle lugar al “plato fuerte” (que en mi caso pueden ser los fríjoles con chicharrón). Bueno, aquí está el mío: las expresiones “a nivel de” y “a nivel”. Ambas se han convertido en un comodín que no puede faltar en ninguna alocución. La gente dice que el programa no funciona a nivel estudiantil o que se tiene una enfermedad a nivel del hígado o que el PIB a nivel nacional está bajo o que tal artista está posicionada en el nivel internacional. En estos días le escuché a un periodista afirmar que cierto almuerzo de trabajo era solo a nivel de secretarios de despacho. Todas esas expresiones son incorrectas. La palabra nivel alude a la altura, y por extensión, al rango o a la jerarquía. Son gramaticalmente correctas expresiones como “la ventana está al nivel de los ojos”, “la educación es un problema de nivel ministerial”, “al nivel del mar la vida es más sabrosa”. En los otros casos hay que buscar expresiones sinónimas; en vez de en el nivel nacional podemos decir en el ámbito nacional, y el programa que no funciona a nivel de los estudiantes puede mencionarse simplemente diciendo que no funciona con ellos…

viernes, 30 de septiembre de 2011

UN HOMENAJE A LAS PALABRAS


Hace una semana se conmemoró un aniversario más de la muerte de Pablo Neruda, el más grande poeta del siglo XX. Con la muerte de Allende y la llegada del fascismo a Chile (12 días antes de su deceso), su cavernosa voz se convirtió en un hilillo incapaz de recrear las fuerzas telúricas de su Residencia en la tierra. Su humanidad, oxidada por la ingratitud de sus compatriotas y por el tiempo, perdió la última cruzada. Aunque quiero pensar que tal vez no. Tal vez ese confuso asunto de la muerte era solo una metáfora más. Todos sabemos lo extraños que son los poetas.

¡Tienen tanta fuerza las palabras! Cada una de ellas tiene la misteriosa capacidad de representar cosas distintas, los significantes no son unívocos, gozan de diversos significados. Escucharlas o leerlas nos trae a la memoria seres u objetos tal y como los conocimos y sentimos: violetas o amarillos, alargados u oblongos. Libro, nos hace recordar un objeto rectangular de solapas gastadas lleno de signos incomprensibles que -antes de que una bruja amable y rolliza nos castigara con la magia de la lectura- mirábamos con desconfianza y ansiedad. Olvido, a esa mujer para quien desaparecieron los calendarios y los relojes y que pese a nuestra congoja, se negó a llamarnos o escribirnos. Mierda, a la desesperación sarcástica de un coronel que conquistó la libertad cuando lapidó la esperanza. Algunas tienen una suerte de vida propia en la que parece ser que el tiempo las inviste de belleza. Pronunciarlas u oírlas es cadencioso, musical. Ante la imposibilidad de utilizarlas como nombre de nuestros futuros hijos o libros, preferimos bautizar con ellas esos instantes secretos que nos sirven para recordar lo que hay detrás del hollín y el estiércol. No todas aluden a lo glorioso, lo heroico o lo perenne, muchas simplemente nos quitan la camisa, nos lavan el rostro y nos recuerdan la debilidad de nuestra naturaleza. A otras las odiamos. Son las máscaras de lo grotesco o de lo ruin. Algunas tienen misteriosas propiedades: son ambidextras, hermafroditas, híbridas. Patria en mi paladar sabe a memorias, amigos y sueños compartidos pero también a demagogia, a tiranuelos con ganas de borregos.

Hace algunos meses, y gracias a un culto y hosco ingeniero que tiene la extraña y grata manía de regalar sus libros, descubrí a John Updike, uno de los más importantes escritores estadounidenses del siglo pasado, otro de los eternos candidatos al premio Nobel. Es el autor de esa inolvidable novela que es La feria del asilo. En otra de sus novelas o mejor, de sus colecciones de relatos, Donde termina el camino, el narrador, interpretando a uno de sus personajes, dice:

“y con un gesto similar dedicado palmoteo de aquel día, trazó con la yema de un dedo, una m en el aire. Fue un movimiento anhelante, tímido, exquisito, irresoluto, confidencial. Leyó en él todos los significados y supo que ella no dejaría de gesticular dentro de él nunca. Nunca. Aunque la sentencia de cualquier tribunal o la muerte misma llegara un día a separarlos, sus gestos, labrados en cristal, perdurarían siempre”.

Si esta es solo la declaración de un hombre enamorado de su esposa o la catarsis de un Updike con “una mujer atravesada en la garganta” no es importante. La belleza es autorreferencial, no requiere justificación.

Pero volvamos a Neruda. Su último libro, Confieso que he vivido, sus memorias, fue culminado en tanto este agonizaba. El último capítulo, dictado por el poeta a su mujer desde el lecho, fue una loa triste al muerto presidente de Chile. En ese mismo libro, semanas o meses atrás escribió el más bello homenaje a las palabras:

"Todo lo que usted quiera, si señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció... Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto trasmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras”.

martes, 20 de septiembre de 2011

LOS Y LAS: LAS NECEDADES DEL LENGUAJE INCLUYENTE

Si usted es un profesor que desea promover la fraternidad en sus estudiantes debe disertar de la siguiente manera: “las estudiantes y los estudiantes que estén atentas y atentos pueden ser solidarias y solidarios con sus compañeras y compañeros”. Exhortar simplemente a que “los estudiantes que estén atentos puedan ser solidarios con sus compañeros” es sexista y como tal, lo convierte a usted en cómplice del machismo cultural. 

Pero esa forma extendida que se ha puesto en moda en los últimos años no es más que un enorme error gramatical, innecesario y absurdo, que atenta contra la elegancia y la economía del lenguaje. Lo que se consigue no es una disminución de la discriminación social sino un texto farragoso que provoca tedio (Imagínense una de las largas disertaciones de nuestros políticos pronunciada en clave de lenguaje “no sexista”). Algunos utilizan la @ en vez de las vocales o y a, como en “los niñ@s” pero ello es un error casi tan grande como el anotado arriba. 

Es verdad que el lenguaje es a veces un instrumento que no solo refleja ciertas exclusiones sino que también contribuye a perpetuarlas, pero no pueden confundirse los atributos del lenguaje con el uso que se hace de él. A riesgo de que se me señale de “falocentrista” intentaré explicar los pormenores de mi molestia. 

El género, lo mismo que el número, es uno de los accidentes de sustantivo. Recordemos las lecciones más básicas de español: castillo es un sustantivo masculino y casa uno femenino. El adjetivo le añade calificaciones al sustantivo y guarda correspondencia con este; así hablamos de castillo majestuoso o de casa incómoda. Los artículos también obedecen a esa misma armonía: usted no dice, salvo que padezca de dislexia, los botellas limpias o las días oscuros. En ciertas circunstancias y con el ánimo de eliminar palabras absolutamente innecesarias, los artículos, sustantivos y adjetivos masculinos expresan los dos géneros. Cuando hablamos de los colombianos es evidente que ahí están tanto los hombres como las mujeres; en una alusión a los estudiantes de la Universidad Nacional están incluidos féminas y mozalbetes. Y si se dice que los primeros pobladores de América cruzaron el estrecho de Bering, salta a la vista que no hacemos referencia solo a los barbudos expedicionarios (que por más vigor y buena voluntad que hubieran tenido, no habrían podido poblar solos el nuevo continente), y que cuando los amantes de las generalizaciones mencionan a los habitantes de Manizales no están excluyendo a nuestras esposas, novias o hermanas. 

Respetables activistas de los derechos de las mujeres han reclamado a los cuatro vientos un lenguaje donde no se les “invisibilice”. Nadie puede objetar que el feminismo se ha convertido en una briosa corriente de pensamiento, en un movimiento social que, con justicia, reclama la abolición de la violencia doméstica y las desigualdades laborales de las que son víctimas las mujeres, que cuestiona el abuso mercantil que hacen los medios masivos de la belleza femenina. Ello ha tenido eco en las universidades. En los últimos años se han abierto muchos posgrados en género y sus investigadores y docentes han desarrollado meritorios y rigurosos trabajos, aunque, en ocasiones, no falten motivos para la hilaridad. Hace unos años formaba parte de una comisión que evaluaba una polémica reforma académica en la Universidad Nacional. Con el propósito de sostener una discusión participativa cada una de las facultades y departamentos envió documentos de análisis. El enviado por la Escuela de Estudios de Género era, según lo anunció el decano de la Facultad de Ciencias Humanas con una sonrisa, una perspectiva feminista de la Reforma Académica en la que se demostraba el reprochable sesgo machista de la misma. 

Las intenciones de la lucha son encomiables. Pero no es necesario torcerle el pescuezo a la lengua de Cervantes. De esto último tal vez no es responsable ese aguerrido feminismo cuya lucha por el derecho a la igualdad y la diferencia tiene cosas más importantes de que ocuparse. La caricatura simplista de este es la que se entretiene con los entuertos del lenguaje incluyente, la misma que cuando somos conferenciantes nos mira feo si no iniciamos con los consabidos bienvenidos y bienvenidas. 

Hace un par de años una concejal (¡concejala!) de Bogotá presentó un proyecto de acuerdo en el que se pretendía obligar al Distrito a que, en adelante, todos sus documentos estuvieran investidos por el lenguaje políticamente correcto: los bogotanos y las bogotanas… Como si en la caótica capital no hubiera nada más que hacer y como si en vez de un jugoso salario los miembros de la duma recibieran tapitas de Coca Cola. 

El absurdo nos regala, a veces, perlas dignas de una antología. Una publicación mexicana de 2009 titulada “10 recomendaciones para el uso de un lenguaje no sexista” nos da ejemplos: en vez de afirmar que algo “es responsabilidad de cada jefe de departamento” debe decirse, en buen castellano, que ese algo “es responsabilidad de cada jefatura de departamento” y en vez de anunciar que se “van a reunir todos los directores” debe comunicarse que se “van a reunir los y las titulares de las direcciones”. No se me había ocurrido que cuando me refería a las secretarias, a las enfermeras o a las recepcionistas estuviera utilizando abominables expresiones sexistas. Mi ignorancia fue disipada cuando la publicación de marras me informó que “había que evitar el uso exclusivo del genero gramatical femenino para las profesiones tradicionalmente asociadas con las mujeres”, entonces lo adecuado era hablar del personal secretarial, de enfermería o de recepción. 

En adelante, cuando quiera contarle a alguien que la secretaria del vicerrector es muy cordial, diré, en cambio, que “el personal secretarial de Vicerrectoría es muy amable”.

martes, 13 de septiembre de 2011

LAS COSAS "NEGATIVAS", ADJETIVOS Y EUFEMISMOS


Hoy, en la emisora más importante del país, la W, una presentadora previno a sus compañeras de micrófono de la grabación que se disponía a reproducir. Les advirtió que "era muy negativa". Yo me dispuse a escuchar a un ciudadano molesto con su vida, su situación económica o su vida afectiva; a un pesimista de los que consideran que afuera de su casa siempre hay un gato negro esperando que abra la puerta. Cuando la locutora reiteró la advertencia y aseguró que "era algo muy negativo" supuse entonces que el atribulado sujeto no solo había perdido la fe en sí mismo sino también en el país, en sus instituciones, en la sociedad, en el hombre mismo. Lo que captaron mis oídos, en cambio, fue la voz telefónica de un sicario de Medellín que le contaba a su "cucha" sobre su malestar porque no solo le "había tocado" matar a dos mujeres y a la hija de una de ellas, sino también "picarlas". Ante la confesión casi coloquial, su progenitora, sin un exceso de turbación en su voz, lo tranquilizó diciéndole "mijo, a usted le tocó..."

¡Y ese era el asunto "negativo"! No pienso criticar la escasez lexical de la periodista que pudo haberse referido, con otro adjetivo, a un hecho atroz, inhumano o bestial; que pudo anunciar la narración de un acto horrendo o sanguinario ... ¡pero hablar de algo "negativo"!

Se puede caer en la misma frivolidad que es posible cuestionar en el hecho, si algo como lo escuchado solo nos suscita preocupaciones gramaticales. Imagínense a un ciudadano preocupado por la manera como en su comuna los delincuentes maltratan la lengua de Cervantes y dispuesto a reclamarle al asaltante que le dice "gonorrea, bájese de todo" su mal uso del verbo bajar; pensemos en dos vecinos que observan una disputa con puñales y se incomodan con la manera como uno de los combatientes toma el cuchillo, al mango hay que agarrarlo más arribita. Más cercano a nuestra experiencia, pensemos en los arquitectos o planeadores urbanos que visitan un barrio sumido en la peor de las pobrezas y destacan con regocijo el creativo uso de la guadua o las desbordantes estéticas de la marginalidad.

La adopción de ciertos términos o expresiones, a veces contribuye al ocultamiento de ciertos problemas. Negarlos no es una buena estrategia -no faltarían los desadaptados que se atreverían a cuestionar las aseveraciones de la oficialidad- resulta mucho más efectivo, tal y como hace la cultura light, banalizarlos.



miércoles, 7 de septiembre de 2011

CORRECCIONES PARA UN CORRECTOR


Un gamín amigo mío, corrector de estilo ocasional y dipsomaniaco permanente (más conocido en el bajo mundo como "Macario"), me hizo caer en la cuenta de un pequeño gazapo: cuando en la entrada anterior afirmo que "algunos periodistas maltratan al idioma con una reprochable regularidad" el complemento directo no exige la preposición a, por tanto debería escribirse maltratan el idioma. Vale, de cosas como estas se trata el blog.

El asunto es algo complejo pero intentaré explicarlo. Muchos errores parten del uso de equívoco de la a. No es correcto decir, por ejemplo, "a futuro", "al interior", "camino a seguir", "a la mayor brevedad", "en relación a". En vez de esas expresiones debe decirse: en el futuro, en el interior, camino por seguir, con la mayor brevedad y en relación con. Las primeras expresiones nos resultan casi que naturalmente adecuadas. La costumbre tiene un enorme poder. Cuando una imagen o una afirmación que juzgamos fidedigna se archiva en los anaqueles de nuestra memoria la expelemos a troche y moche. Si además el esperpento es repetido con regularidad por ciertas "autoridades", por ejemplo, los medios, entonces tenemos toda la patente de corzo. Por eso no resulta extraño que millones de colombianos afirmen que cierto irascible y locuaz personaje ha sido el mejor presidente de la historia de Colombia.

El complemento directo es la parte de la oración que sufre la acción del verbo. En las frases Juan escribe un informe, Carlos observó el desfile, yo como arroz chino, estos son sucesivamente un informe, el desfile, y arroz chino. En el colegio nos decían que una manera de identificar ese complemento es convertir la oración en pasiva: el arroz chino es comido por mí. Otra manera es anteceder el verbo de los pronombres lo, la, los las. En este mismo ejemplo diría yo lo como. El lo equivale aquí al bendito arroz chino y se descubriría simplemente preguntando ¿ a quién come Jorge?

Si no están bostezando aún termino diciendo que cuando el complemento directo se refiere a una cosa o lugar no se utiliza la preposición a. Así no decimos puse al pincel sobre la mesa, veo a un avión, busco a piezas baratas, miró a la pared. En todos los ejemplos sobra la a. Ahora, si lo que usted mira no es a la pared sino a su compañera de curso o de trabajo, entonces es imperativo el uso de la a, como en Jorge mira a Lina.

Una nota final: los amigos del cine pirata nos encontramos frecuentemente con doblajes hechos por españoles (ya tendremos mucho que decir sobre la riqueza de esas traducciones), en ellas es frecuente escuchar expresiones como "voy a por la cerveza", "vamos a por todo". Suena rarísimo para nosotros, pero según la RAE la unión de las preposiciones a y por, usada solo por los chapetones, es correcta.

martes, 6 de septiembre de 2011

LOS PERIODISTAS Y EL USO DEL IDIOMA



Ojalá haiga espacio porque habemos muchos esperando. Le escuché decir a un vecino que conversaba a través del celular. No sé a qué se refería, tal vez a la cola para comprar lechugas frescas, a la consecución de un pasaje o a las entrevistas para un empleo. No hay problema. No hubiera sido tan pedante como para acercarme a explicarle los intríngulis de la conjugación del verbo haber que, digámoslo sin temor, no domino del todo. Otra cosa son los entuertos que se escuchan en la radio o la televisión o que se leen en los periódicos. En los primeros todos dicen a futuro. La misma expresión que en estas épocas electorales los políticos usan con generosidad. Claro que con estos lo menos importante es el mal uso de la preposición a. Lo digno de mencionar son las visionarias propuestas que siguen y la cálida sinceridad con que las pronuncian. Pero vamos a lo nuestro. Contrario a lo que uno creería, algunos periodistas maltratan el idioma con una reprochable regularidad. Algo increíble tratándose de quienes viven de su uso y de quienes, además, lo hacen para los ojos o los oídos de millones de personas. Muchos de ellos son graduados de escuelas de periodismo y comunicación social en universidades prestigiosas. 

Por lo menos en los medios escritos hay editores y correctores de estilo, pero frente al micrófono o la pantalla no queda más que esperar que algunos, aunque agiten el aire con la lengua, expresen cosas interesantes y que lo hagan además, respetando normas mínimas del castellano. Que no digan -como le escuché a una mamacita de una sección de farándula en un noticiero- que están “entumidos de frío” o que el “aereopuerto” está cerrado.

Las líneas que siguen fueron escritas por Diego A. Santos, el Editor Jefe de El Tiempo, y publicadas hace un par de meses en ese periódico.

En algún lugar de La Mancha, se respetaba y promovía la buena ortografía.

Los dictados eran frecuentes. Los profesores bajaban las calificaciones en los exámenes donde hubiera palabras mal escritas. Del colegio, los alumnos se graduaban con una ortografía más que decente y aquellos que se aventuraban a las carreras de letras, presumían del buen uso del idioma. Para trabajar en un diario, la ortografía del periodista debía ser impecable.

Pero eso era ayer. Hoy es vergonzoso. Mañana será 'dzastroso'*.

Los resultados de las pruebas de ortografía de los universitarios que quieren hacer sus prácticas en algún medio de comunicación son desoladores. Sobre un máximo puntaje de 50, el promedio de las notas ronda entre los 20 y 23 puntos. Por debajo de 20 es común, y ver un 26 o 27 es motivo para celebrar. Y así estamos.


Entre idiosincracia o idiosincrasia, la mayoría se identifica con la primera. Ante la opción de avalanzó o abalanzó, se abalanzan sobre la escrita con v. Al escoger entre decisión o desisión, se deciden por la segunda. Un "a ver" o "haber" genera tanta confusión como el rojo y el verde a un daltónico. 

Y no faltan los que no se dan cuenta de uno de los horrores más grandes que contiene una prueba con fallos que deben ser corregidos. Después de la pregunta cómo estás, la respuesta dice "hay voy". Muchos la dejan así. Deberían tacharla y poner "ahí voy".

Los defensores del español se han convertido en hidalgos quijotes. Ver a los correctores de estilo o editores luchando contra la mala ortografía es como contemplar, con una mezcla de nostalgia y ternura, al célebre héroe de Cervantes galopar contra los molinos de viento. Ya todos sabemos cómo acabó eso.

El acelerado desmoronamiento de la buena ortografía es culpa de todos, pero los colegios son los que cargan con la mayor responsabilidad. ¿Con qué rigurosidad enseñan los profesores? ¿Por qué se gradúan los estudiantes que atropellan permanentemente el idioma? ¿Por qué las carreras de comunicación social aceptan a alumnos que no saben escribir bien? ¿Y por qué los medios abren sus puertas a practicantes con ortografía mediocre?

Puede que la ortografía, el escribir bien, sea secundario para un matemático, un físico, un banquero o tantos otros profesionales que no requieren del idioma para destacarse.

Para ganar plata no importa si el vicepresidente de un banco escribe transacción o transaxión, pero seguro le exigen tener un conocimiento sólido de economía y de mercados. Con los periodistas y escritores, defensores del idioma, debería pasar lo mismo, tendríamos que exigirles un impecable español escrito.

Reconforta ver que aún llegan centenares de reclamos por palabras mal escritas. Ello quiere decir que sigue existiendo un mercado que valora y defiende el idioma. De hecho, en Twitter, @tefa_ (#aprendiendoconlatefa) es una permanente correctora de los atropellos que se ven por esa red social. Sin embargo, como les ocurre a tantos otros que luchan por la ortografía, su tono de corrección es a veces tan soberbio, que pareciera que su ejercicio, más que educar, busca una sádica satisfacción de humillar al infractor idiomático.

También hay en esa red social unos hashtags (palabras clave) que debaten sobre el idioma, como #AmableRecorderis y #EspañolGourmet. No deben ser los únicos.

Pero seamos realistas, cada vez son menos los interesados en este debate. Si ya ni importa que ministros, presidentes del Senado o inclusive ex presidentes maltraten el idioma, qué les vamos a exigir a los futuros comunicadores sociales.

*Por si la ironía no era clara, la forma correcta es desastroso.

viernes, 2 de septiembre de 2011

LA NUEVA ORTOGRAFÌA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (I)


Siempre he imaginado que los miembros de la Real Academia Española (RAE) y de la Asociación de Academias Españolas de la Lengua son un conjunto de hombres eruditos de cejas espesas y trajes oscuros en los que no puede faltar el corbatín. Un conjunto de puristas de la lengua que arrugan la nariz cuando alguien escribe o pronuncia mal una palabra o cuando, sin ningún pudor, incorpora al habla cotidiana una expresión traída del mundo angloparlante. Ignoro, por supuesto, si mi representación coincide con la realidad.

Los académicos se reunieron en 2010 y aprobaron una nueva ortografía para la lengua española, 11 años después de la inmediatamente anterior. Los cambios, como todos en esta vida, han generado polémicas. Algunos opinan que estos evidencian una deplorable laxitud que vulnera el carácter sacro de nuestro idioma. Muchos de estos son probablemente los mismos que se escandalizan con la incorporación de los muchos términos vernáculos de los países de América Latina, particularmente de expresiones en las que abunda la ch como chichipato y chunchullo. Otros consideran que, por el contrario, los académicos son timoratos y que por ello mismo no se han deshecho de reglas innecesarias y caducas y no han incorporado nuevos vocablos de uso común en muchos países de habla hispana. La expresión chatear, por ejemplo, solo es definida en el Diccionario oficial como “compartir unos chatos” esto es, unos vinos. Algunos equivalentes en español son simplemente aparatosos. Creo que son muy pocos los que, cuando se avienen a esa actividad, expresan que se disponen a sostener una “conversación virtual”. Opiniones hay para dar y recoger. Hace muchos años García Márquez sugería que se eliminaran las tildes y se excluyera la ñ. Recuerdo que con esta última sugerencia algunos sentían aprensión por la forma como en adelante se habría llamado al periodo de 365 días.

No son muchos los cambios, vamos a ocuparnos ahora de la supresión de algunas tildes.

Las palabras solo/ sólo en ningún caso llevarán tilde. En el primer caso de trata de un adjetivo, como en el caso Juan está solo, con lo cual se está diciendo que nadie lo acompaña; en el segundo se trata de un adverbio, Juan está solo al mediodía, esto es que a Juan únicamente lo encontramos en esas horas. Don Julio, mi profesor de español en el colegio, nos explicaba que cuando el solo era sinónimo de solamente debía llevar tilde. Esa era la tilde diacrítica. Aquella que no corresponde a un acento como en la palabras canción o ángel sino que se utiliza para evitar ambigüedades como en dé (regale) y que, en ocasiones, requiere ser diferenciada de la preposición de (vaso de agua).

La RAE considera que en ningún caso la palabra debe llevar acento gráfico. El contexto comunicativo evita las dudas y los casos en que se puede titubear son muy rebuscados “siempre pueden resolverse por otros medios, como el empleo de sinónimos… o una puntuación adecuada” (RAE 2010).

Los pronombres demostrativos este, esta, aquel, aquella, ese, esa, no llevarán tilde. Los pronombres son palabras que nos sirven para referirnos a seres o personas sin que mencionemos a los mismos con su nombre. Probablemente los que más recordamos son los personales, aquellos con los que nos explicaban el uso de los verbos: yo, tú, él, nosotros… Los pronombres demostrativos los utilizamos en oraciones como : ¿Y ese piensa venir?, Aquellos nunca se van a decidir… Ya se acerca la asamblea de estudiantes, esta nos servirá para socializar cierta información. Como ustedes notarán cada una de las palabras en cursiva representa al sujeto de la oración. Cada una de ellas llevaba la mencionada tilde diacrítica, lo que según el criterio de los gramáticos impedía ambigüedades en frases en las cuales esas mismas palabras tenían otros usos. El argumento es similar al del adverbio solamente.

Supresión de la tilde en la “o”. ¿Algunos de ustedes recuerdan las máquinas de escribir Olivettii? Con ellas nos enseñaban los rudimentos de la mecanografía. Nuestros padres las usaban cuando el ensayo o el informe de sus deberes escolares debía tener una presentación impecable o cuando sus letras parecían las de un médico recetando fórmulas. Las demás veces todo se escribía a mano. En ambos casos la conjunción o podía confundirse con facilidad con el número cero. Un jefe de personal conchudo podría preguntarle en un memorando a su empleado cuántas veces podría contar con un “catorce” solidario en sus trabajos. Así, cuando la respuesta escrita mencionara 2 o 3 esta podría leerse como 203. En esos casos las reglas gramaticales exigían que esa o llevara tilde y se escribiera entonces 2 ó 3. Como ustedes notarán en este mismo texto, la confusión hoy es improbable; los ordenadores desplazaron a la Máquinas. No sé ustedes pero a contrapelo de esta disposición de la RAE creo que a los únicos que les exigiría la continuidad de esa tilde es a los tinterillos septuagenarios del Palacio Nacional.

En síntesis, en vez de “sólo puedo darle a éste mis felicitaciones y 3 ó 4 palmadas en el hombro” hoy escribimos “solo puedo darle a este mis felicitaciones y 3 o 4 palmadas en la espalda”.

EL VASO DE AGUA


Solicitar un vaso de agua (o de leche o de jugo) me ha generado unas cuantas miradas desaprobatorias y algunas amonestaciones. –Con mucho gusto, pero usted lo que quiere es un vaso con agua, me dijo alguna vez una agraciada mesera a la que le perdonaría casi cualquier cosa. Mi proveedor de tintos en la Universidad fue más específico: me reclamó que resultaba sorprendente que un profesional que cargaba libros debajo del brazo creyera que el vaso estaba hecho del precioso líquido y no de vidrio. Qué cosas. Uno se ve en la disyuntiva de guardar silencio o solventar la falsa corrección. Se termina optando por lo segundo antes de que se enfríe la infusión, la mejor opción porque ningún diligente despachador de alimentos tendrá tiempo para esas quisquillas con el idioma de Cervantes.

Pero no, no es correcto solicitar un vaso con agua, como no lo es requerir una caja con fósforos, un galón con gasolina o una tasa con chocolate. Salvo, claro está, que usted esté dispuesto a recibir el vaso con cualquier cantidad de líquido, incluso con una minúscula gota.

La partícula de pertenece a un género de palabras muy simpáticas: las preposiciones. Algunos todavía tenemos en la memoria la larga lista que nos obligaban a memorizar en el colegio: a, ante, bajo, cabe, contra… Pues bien, cuando los parroquianos señalan como incorrecta la expresión vaso de agua incurren en un error mayúsculo: creer que la preposición de indica solo la materia de la que está hecha una cosa, como en las expresiones pastel de chocolate o puente de piedra. Pero resulta que los usos de la partícula son muchos. Ante un conjunto de pasteles de los que se ocupará el encargado de los domicilios es probable que el panadero afirme que ese pastel es de don Carlos y aquel de doña Gloria. Nadie en sus cabales creería entonces, que el pastel está hecho de los dos personajes y no de harina, mantequilla y crema.

Miremos otros usos posibles:

Procedencia: Viene de Tangamandapio. Soy hijo de Raphael.

Finalidad: Máquina de escribir.

Modo como funciona algo: Fogón de petróleo. Olla de presión (si, así y no “olla a presión”).

Manera como se realiza un hecho: ¡Hágalo de una vez! Se lo tomó de un sorbo

Y finalmente alude también, al contenido, así, en un programa “proleto” de viernes en la noche pedimos una caja de vino o con alguna holgura económica solicitamos una botella de ron.

Por ello lo correcto es pedir un vaso de agua. Una anotación más: el sustantivo vaso alude a una medida. Cuando se pide un vaso de algún líquido estamos solicitando una cantidad del mismo; a veces somos más precisos y pedimos entonces un vaso pequeño o uno grande de ese producto.