miércoles, 7 de marzo de 2012

Dickens y la herencia bicentenaria


Hace poco comenzaron en todo el mundo los festejos del bicentenario del nacimiento de quien es, después de Shakespeare, el más importante escritor inglés de todos los tiempos: Charles Dickens

Su obra, en la que brillaron tanto géneros periodísticos como literarios constituyó una aguda denuncia social. Bernard Shaw afirmó alguna vez que La pequeña Dorry, una de sus novelas cortas, era un libro más sedicioso que El Capital de Marx. Todos los personajes de obras como Oliver Twist o la maravillosa David Copperfield están trazados con pinceladas autobiográficas tejidas con episodios emotivos de la vida de su autor, algunos tan desafortunados como aquel en el que, cuando contaba tan solo con 12 años, debió abandonar sus estudios y trabajar más de 10 horas diarias en una lóbrega fábrica de betunes para ayudar a la menguada economía doméstica. Como sabemos, en la era Victoriana no había demasiadas reticencias con el trabajo infantil, y el apetito pantagruélico de la Revolución Industrial exigía más brazos productivos. En Nicholas Niclevy, se fue lanza en ristre en contra de las escuelas en las que los niños eran con frecuencia maltratados y obligados vivir en condiciones vergonzosas, incluso para esos tiempos

Dickens fue un agudo observador de su época que, sin embargo, no olvidó que la literatura, además de abrir las puertas a la reflexión, divierte. Ese principio tácito del que no escapa ninguna de sus creaciones parte tal vez de su experiencia como periodista, oficio que nunca abandonó y que le reportó grandes satisfacciones. Dickens entendía que los lectores son amantes potenciales que deben ser cortejados de forma inteligente y asidua, para ser finalmente seducidos.

En la época, cuando no existían los mass media, y no era posible practicarse una lobotomía ante los realities televisivos, muchas de las novelas se publicaban en revistas o periódicos en entregas semanales o mensuales que los lectores esperaban con ansiedad. Los papeles del club Pickwick, que lo lanzaron a la fama en 1836, cuando contaba apenas con 24 años, era una especie de divertida sátira política y social en las que los textos estaban acompañados de esmeradas ilustraciones. Por ello esta obra puede considerarse como un antecedente de los comics que nacieron en el albor del siglo XX La impaciencia de quienes esperaban el desarrollo de los relatos estaba unida con una sensibilidad pública exacerbada por los mismos, baste un ejemplo: la muerte de la pequeña Nell, uno de los personajes de otra de sus historias, La tienda de Antigüedades, fue un acontecimiento aciago que literalmente puso a llorar a los flemáticos ingleses. De igual manera muchos norteamericanos, expectantes, preguntaban a los tripulantes y pasajeros de los barcos ingleses que arribaban a sus costas, por la suerte de la trágica niña.

Los Cuentos de navidad han sido leídos a muchas generaciones de niños del mundo e innumerables veces se han convertido en películas. Tanto estos como aquellas son recreados en ese festivo periodo del año. Tal vez de ahí la falsa impresión de muchos que consideran a Dickens como un autor de obras dirigidas a jóvenes y niños, lo que no es falso con los primeros si no se ignora la existencia de novelas tan complejas como La casa desolada o Nuestro amigo común, además de las ya mencionadas.

La energía creativa de Dickens fue portentosa: en tanto escribía, se permitió fundar numerosas revistas y periódicos (tan importantes como el Daily News); administrar obras de caridad pública, dirigir una compañía de teatro e incluso, actuar en algunas representaciones. Esto, en tanto atendía las obligaciones de una numerosa familia compuesta por diez hijos, un matrimonio malogrado y, en sus últimos años, una amante, con quien convivió luego de la acerba separación conyugal. 

En la última etapa de su vida se dedicó a hacer lecturas públicas de sus obras. La gente atestaba salones para escuchar al autor que más que leer, dramatizaba sus obras. Ese ejercicio ocasionaba un agotamiento psicológico y físico extraordinario, no de otra manera el auditorio podía experimentar las fortunas o padecimientos de los personajes. Pero melló gravemente su salud.

Extrañamos que en la Universidad, salvo en la Sede Bogotá, no haya habido conmemoraciones. La biblioteca, como observarán, tiene muchos títulos de Dickens. Muchos más pueden ser descargados gratuitamente de Internet.