La palabra mamerto es curiosa. Pocos conocen su significado y la mayoría la usa con excesiva liberalidad; generalmente de forma despectiva. Con un “Oiga, usted si es muy mamerto” me han increpado algunas veces.
La palabra no es exclusiva de los colombianos, existe en otros países de América Latina con acepciones como lerdo, sagaz o cínico. Lo que en nuestra forma de hablar equivaldría a bobo, “vivo” o “conchudo”. Ninguna de ellas es acorde con nuestras definiciones que son mucho más diversas.
Enunciaré los cuatro sentidos en los que se usa el término. El último de ellos es el original y tal vez, por eso, el correcto.
-Un texto largo y dificultoso es muy mamerto. Así lo dicen algunos que pocas veces o casi nunca leen por placer y que se marean cuando están obligados a consumir dos páginas distintas a las de las secciones deportivas de los periódicos y las revistas.
- Mamerto es todo aquel que gusta de llevar “la contraria”, que “desarma un balín”, como diría mi abuela; que encuentra “peros” en todo.
- Mamertos para la mayoría son aquellos que o bien militan en algún grupo de izquierda o bien se portan de la forma como la mayoría consideran que proceden los "izquierdosos". Estos son los que condenan el TLC, el abultado presupuesto para la guerra, la justicia penal militar, los organismos internacionales de crédito, el capital financiero o la privatización. No importa si estos llamados mamertos ya no desayunan con los acordes de “La Internacional” que salen de una grabadora vieja (“…arriba los pobres del mundo…”) o si ya no se ponen trémulos cuando escuchan Trova Cubana.
- La acepción original de mamerto está vinculada con uno de los partidos colombianos, el Partido Comunista (PCC), tradicional por sus ocho décadas de existencia. La historia es simpática. Cuando alboreaban los años 60 comenzaron a surgir organizaciones de izquierda inspiradas en el ejemplo de la Revolución Cubana. Las agremiaciones sindicales, campesinas y el movimiento estudiantil eran hasta entonces instrumentos de los partidos liberal y conservador y de la llamada democracia cristiana. A nuestra imaginación le resulta difícil concebir a un dirigente obrero que disfrutara de las peroratas de alguien del oscuro talante de Laureano Gómez pero sorprendámonos, así sucedía. Pues bien, estos partidos fueron progresiva y paulatinamente desplazados. Los trapos rojiazules y las camándulas fueron reemplazados por la hoz y el martillo, las encíclicas papales fueron desalojadas de los morrales por los libros de Marx y Althuser.
Dentro de estos movimientos, y entre ellos, había serias divergencias sobre el estado en que, de acuerdo con la tradición marxista, estaba el país. La diferencia más seria tenía que ver con el carácter de la lucha política. Algunos consideraban que la Revolución era inminente y que en menos de una década un ciclón iba a derruir el apolillado capitalismo colombiano.
En esos años, coincidencialmente, una buena parte de los dirigentes del Partido tenían nombres como Gilberto, Filiberto o Alberto. El primero, Gilberto Vieira, fue su conspicuo Secretario General durante muchas décadas; un fósil erudito y conocedor, como pocos, de las luchas sociales. En el habla cotidiana de los colombianos quien se retracta, se arrepiente o procede con mesura es considerado “mamón” Quien se “mama” simplemente desiste y como bien se dice “para ese no hay ley”. En medio del sectarismo ideológico, algunas organizaciones de izquierda, en disputa permanente por nuevos feligreses, consideraban que el PCC era timorato porque rechazaba lo que este juzgaba aventurerismos prematuros. De la mezcla de esos nombres y del colombianísimo término “mamarse” surge la palabra mamerto. En la jerga de la izquierda colombiana “mamertiarse” puede ser o bien abandonar y posponer cualquier lucha (cualesquiera sean las razones), o bien adoptar posturas que se juzgan propias del PCC.
Una nota adicional: en los años 60 había en la radio nacional un programa de humor muy escuchado: "Los Chaparrines". Uno de los protagonistas, Mamerto, era torpe, ingenuo y muy cómico. Como entenderán, esta figura les cayó de perlas a quienes eran detractores del PCC o simplemente querían tomarle del pelo.
Tengo muchos amigos mamertos y debo confesar que, aunque en ocasiones sus cantilenas me aburren, admiro su compromiso y convicción. ¿No es así, camaradas?