martes, 20 de septiembre de 2011

LOS Y LAS: LAS NECEDADES DEL LENGUAJE INCLUYENTE

Si usted es un profesor que desea promover la fraternidad en sus estudiantes debe disertar de la siguiente manera: “las estudiantes y los estudiantes que estén atentas y atentos pueden ser solidarias y solidarios con sus compañeras y compañeros”. Exhortar simplemente a que “los estudiantes que estén atentos puedan ser solidarios con sus compañeros” es sexista y como tal, lo convierte a usted en cómplice del machismo cultural. 

Pero esa forma extendida que se ha puesto en moda en los últimos años no es más que un enorme error gramatical, innecesario y absurdo, que atenta contra la elegancia y la economía del lenguaje. Lo que se consigue no es una disminución de la discriminación social sino un texto farragoso que provoca tedio (Imagínense una de las largas disertaciones de nuestros políticos pronunciada en clave de lenguaje “no sexista”). Algunos utilizan la @ en vez de las vocales o y a, como en “los niñ@s” pero ello es un error casi tan grande como el anotado arriba. 

Es verdad que el lenguaje es a veces un instrumento que no solo refleja ciertas exclusiones sino que también contribuye a perpetuarlas, pero no pueden confundirse los atributos del lenguaje con el uso que se hace de él. A riesgo de que se me señale de “falocentrista” intentaré explicar los pormenores de mi molestia. 

El género, lo mismo que el número, es uno de los accidentes de sustantivo. Recordemos las lecciones más básicas de español: castillo es un sustantivo masculino y casa uno femenino. El adjetivo le añade calificaciones al sustantivo y guarda correspondencia con este; así hablamos de castillo majestuoso o de casa incómoda. Los artículos también obedecen a esa misma armonía: usted no dice, salvo que padezca de dislexia, los botellas limpias o las días oscuros. En ciertas circunstancias y con el ánimo de eliminar palabras absolutamente innecesarias, los artículos, sustantivos y adjetivos masculinos expresan los dos géneros. Cuando hablamos de los colombianos es evidente que ahí están tanto los hombres como las mujeres; en una alusión a los estudiantes de la Universidad Nacional están incluidos féminas y mozalbetes. Y si se dice que los primeros pobladores de América cruzaron el estrecho de Bering, salta a la vista que no hacemos referencia solo a los barbudos expedicionarios (que por más vigor y buena voluntad que hubieran tenido, no habrían podido poblar solos el nuevo continente), y que cuando los amantes de las generalizaciones mencionan a los habitantes de Manizales no están excluyendo a nuestras esposas, novias o hermanas. 

Respetables activistas de los derechos de las mujeres han reclamado a los cuatro vientos un lenguaje donde no se les “invisibilice”. Nadie puede objetar que el feminismo se ha convertido en una briosa corriente de pensamiento, en un movimiento social que, con justicia, reclama la abolición de la violencia doméstica y las desigualdades laborales de las que son víctimas las mujeres, que cuestiona el abuso mercantil que hacen los medios masivos de la belleza femenina. Ello ha tenido eco en las universidades. En los últimos años se han abierto muchos posgrados en género y sus investigadores y docentes han desarrollado meritorios y rigurosos trabajos, aunque, en ocasiones, no falten motivos para la hilaridad. Hace unos años formaba parte de una comisión que evaluaba una polémica reforma académica en la Universidad Nacional. Con el propósito de sostener una discusión participativa cada una de las facultades y departamentos envió documentos de análisis. El enviado por la Escuela de Estudios de Género era, según lo anunció el decano de la Facultad de Ciencias Humanas con una sonrisa, una perspectiva feminista de la Reforma Académica en la que se demostraba el reprochable sesgo machista de la misma. 

Las intenciones de la lucha son encomiables. Pero no es necesario torcerle el pescuezo a la lengua de Cervantes. De esto último tal vez no es responsable ese aguerrido feminismo cuya lucha por el derecho a la igualdad y la diferencia tiene cosas más importantes de que ocuparse. La caricatura simplista de este es la que se entretiene con los entuertos del lenguaje incluyente, la misma que cuando somos conferenciantes nos mira feo si no iniciamos con los consabidos bienvenidos y bienvenidas. 

Hace un par de años una concejal (¡concejala!) de Bogotá presentó un proyecto de acuerdo en el que se pretendía obligar al Distrito a que, en adelante, todos sus documentos estuvieran investidos por el lenguaje políticamente correcto: los bogotanos y las bogotanas… Como si en la caótica capital no hubiera nada más que hacer y como si en vez de un jugoso salario los miembros de la duma recibieran tapitas de Coca Cola. 

El absurdo nos regala, a veces, perlas dignas de una antología. Una publicación mexicana de 2009 titulada “10 recomendaciones para el uso de un lenguaje no sexista” nos da ejemplos: en vez de afirmar que algo “es responsabilidad de cada jefe de departamento” debe decirse, en buen castellano, que ese algo “es responsabilidad de cada jefatura de departamento” y en vez de anunciar que se “van a reunir todos los directores” debe comunicarse que se “van a reunir los y las titulares de las direcciones”. No se me había ocurrido que cuando me refería a las secretarias, a las enfermeras o a las recepcionistas estuviera utilizando abominables expresiones sexistas. Mi ignorancia fue disipada cuando la publicación de marras me informó que “había que evitar el uso exclusivo del genero gramatical femenino para las profesiones tradicionalmente asociadas con las mujeres”, entonces lo adecuado era hablar del personal secretarial, de enfermería o de recepción. 

En adelante, cuando quiera contarle a alguien que la secretaria del vicerrector es muy cordial, diré, en cambio, que “el personal secretarial de Vicerrectoría es muy amable”.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo respeto mucho a Florence Thomas pero ella también mantiene con eso.

Anónimo dijo...

Las palabras crean mundos. El problema en Colombia es que es muy frecuente (mas que en otros lugares del primer mundo) que esos mundos se crispen y quieran excluir a los otros de manera brutal. Sexista o no hay que cuidar de no lastimar el corazon ajeno.
German

Anónimo dijo...

Una cuestión es hablar de un conjunto como el personal secretarial y otra muy distinta es referirse a "la secretaria del vicerrector" cuando de antemano Usted sabe que se trata de una mujer que ocupa dicho cargo.

Anónimo dijo...

Si el corazón ajeno está dispuesto a que le lastimen, poco podemos hacer.

Lumínico Sidéreo dijo...

A los creyentes en el machismo cultural se les puede aplicar a la perfección aquello de ser Neo-Mamertos o pansmamertos, acorde a lo publicado en una de las secciones del blog.

Lumínico Sidéreo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
David dijo...

Muy divertido, Jorgito... Me reí mucho